Mi filosofia en la montaña y los 3000.

Quien a escuchado alguna vez la voz de las montañas, no las olvida nunca mas.


¿ Hacer tresmiles?.

Que se ascienda sistemática y hasta únicamente a tresmiles no está visto con buenos ojos, ni entre los mismos pireneístas. Por ello creo que los auto­res de un libro que trata precisamente del tema de los tresmiles, no podemos ignorar este hecho, sino que, al contrario, debemos examinar este asunto y manifestar nuestro criterio.
Son pocos, afortunadamente, los que están obsesionados y se desviven hasta el punto de tener incluso gravísimos problemas familiares, por alcan­zar nuevos tresmiles que añadir a su lista de trofeos. Conozco casos...
Pero es un hecho que cada vez más montañeros, sin llegar a este extre­mo, dedican una acción preferente a los tresmiles sin despreciar las cumbres de cota inferior.
Dice el refrán que el diablo sabe más por viejo que por diablo. Dejadme pues que, como viejo, defienda unos principios en el enfoque de este tema. Serían éstos:
Invoco el principio de la libertad individual, la cual queda única­mente limitada por la libertad colectiva. No creo que nadie pueda consi­derarse perjudicado porque alguien haga ocasional o asiduamente los tresmiles del Pirineo. De lo cual deducimos que cualquier condena de esta actividad carece de fundamento y no es de recibo.
Es forzoso reconocer que el coleccionar es una tendencia (¿o quizá una manía?) muy propia del hombre. Ya en la infancia este gusanillo suele notarse, en relación con sellos de Correos o con las cosas más ra­ras que pueda imaginarse uno. En una actividad normal de coleccionista -aunque se puede discrepar sobre si el coleccionar en sí tiene algún sen­tido práctico o realista o carece del misino- no hay nada de reprobable.
En defensa del montañero tenemos que hacer observar que la con­quista de un tresmil, al requerir un esfuerzo físico de consideración, tie­ne incomparablemente más méritos que la actividad coleccionista que podríamos llamar normal o vulgar. Y para los interesados, no hay com­paración entre la satisfacción que siente un montañero en la conquista de una cima de más de 3.000 m de altura, y la de la adquisición de cual­quier objeto de colección conseguido mediante pago o en plan de inter­cambio.
Ahora bien, si los pireneístas tienen carta blanca para satisfacer sus ambiciones, considero que tendrían que ser razonables en el sentido de no menospreciar los picos de cotas inferiores. La belleza y el atractivo de una cumbre no están necesariamente en función de su altura. Pocos tresmiles tienen la personalidad imponente de un Midi d'Ossau, la mís­tica de la Forcanada y la nobleza de los Encantats, para citar sólo unos ejemplos.
Nos consta, afortunadamente, que la ¡nmensa mayorial de los pirenístas comparte estos criterios y actúa, de lo cual todos nos alegramos mucho.
Hemos de recordar que desde siempre las montañas más altas han sido las que mayor atracción han ejercido sobre los hombres, tanto en los Alpes como en el Pirineo o en el Himalaya. Juega también su papel el hecho de que, cuanto más alta sea una montaña, tanto mayor es el esfuerzo para ven­cerla. Y resulta que la práctica del montañismo se basa, en gran parte, en el anhelo de constante superación de uno mismo. De lo cual deriva la tenden­cia a ir en busca de cimas cada vez más altas y de panoramas más amplios.
El aspecto quizá más positivo reside en el hecho de que el anhelo de conseguir cada vez más cumbres nuevas trae consigo, como consecuencia automática, el creciente y cada vez más amplio y profundo conocimiento de valles, ríos, laderas, bosques, collados, aristas, cimas, crestas y panoramas nuevos que, sin este anhelo, uno no llegaría a conocer.
También hay que valorar favorablemente el que, al ir en busca de más tresmiles, uno se aleja de las rutas principales y de las cumbres masificadas.
Finalmente, y sin ninguna clase de duda, el que supedita sus proyectos a una lista de tresmiles irá conociendo y apreciando poco a poco, hasta cono­cerlas a fondo, la geografía, la orografía y la toponimia pirenaicas. Y ésta sí que es una razón de peso.

¿ Por que subir a los tresmiles?
Planteada una pregunta, a veces otra pregunta nos ayuda a encontrar la respuesta. Por ejemplo: «Vosotros, ¿por qué subís a las montañas?».
 «Porque están ahí». Parece una contestación sin senti­do, pero no es así. Esta afirmación encierra un mundo humano de senti­mientos, de amor, de aventura y de sufrimientos. La subida a una sola cum­bre es una historia de varias páginas que resume horas intensas llenas de sensaciones.
Tú amas la montaña, te gusta recorrer los valles, dibujar con tus pasos el perfil de las laderas, descansar en la hierba a la sombra de los árboles, beber el agua limpia de los arroyos, ver los animales, vivir en este paraíso, tocar las rocas y apoyarte en ellas para superar tu cansancio. Sonríes en el esfuerzo cuando un amigo te ofrece su ayuda y observas al final la belleza que te rodea.
lin la cumbre, tu corazón late con fuerza por la subida y por la emoción de perder la mirada en el horizonte encrespado de montañas blancas, marro­nes..., azules en la lejanía.
Cerca o lejos hay picos más altos; quizá superen los 3.000 metros. Te preguntas: ¿Podré llegar más alto? ¿Qué sentiré allí arriba? La respuesta es: «Subir».
Ven, sube con nosotros. Desde allí veremos aquello que amamos: las cumbres más modestas, los acogedores valles, los bosques, las nieves, las rocas, los ríos... y sólo tendremos a nuestra altura las nubes, algún grajo y nuestros amigos.
A eso aspiramos. ¡No todos los humanos pueden atreverse a soñar con encontrar un lugar donde poder ver todo lo que aman y escuchar la voz de cada parte como miembro de una coral grandiosa !
Ese lugar puede estar a 3.000 metros o algo por debajo o algo por encima.
En nuestro Pirineo hay un número limitado de tresmiles a los que subir. Están contados y en ellos el aire puede ser especial: el aire fino de los tres mil metros.
 gracias a un tresmil quizá encuentres en su cumbre o en su la­dera alguien que, aunque hable de otra manera, entiende el mismo lenguaje que tú: la armonía que inspiran las montañas. Y esto os hará estrecharos las manos y fomentará el inicio de una amistad que puede ser duradera.

¿Por qué subir a las montañas?
Ese lugar puede estar a 3.000 metros o algo por debajo o algo por encima.
En nuestro Pirineo hay un número limitado de tresmiles a los que subir. Están contados y en ellos el aire puede ser especial: el aire fino de los tres mil metros.
¿Por qué subir a las montañas? por que estan hay, esperandonos.

¿La pasion por los tresmiles?
Si conquistar ochomiles es la esencia del himalayismo, comparativa-ente coronar cuatromiles es la base de la actividad alpina, ascender tresmiles es la meta específica del pireneísta. Muchos montañeros hemos con-mpludo por primera vez el encrespado mar pirenaico desde la cima de un sinil. Quienes comenzaron por una cota inferior sin duda eligieron como inmediato la silueta de un tresmil.
I .a forma en que hace un par de décadas se concebía una salida al Pirineo tenía cierta similitud con una expedición. Al emplazamiento en el valle salía suceder el campamento intermedio, a ser posible en refugio, como  previo al asalto a la cumbre. Si entonces un desnivel de mil metros collebaba el afán de toda una jornada, hoy un pireneísta convenientemente  se atreve con el doble.
El  montañismo no encaja en las pautas del deporte convencional concedido como espectáculo urbano. Nuestra actividad se desarrolla en plena naturaleza y compenetrándonos con ella intensificamos el rendimiento de Liestro esfuerzo. Por ejemplo: a quienes realizamos la ascensión del Mont lañe en dos etapas nos cuesta comprender cómo se puede superar, en subi-11 y en descenso, un nivel de 3.800 metros en cinco horas y media.
A medida que se adquiere experiencia, conforme perfeccionamos las 'cosas de progresión, cuando la preparación física permite desarrollar la preparaciòn cada vez más intensos, estando la mente preparada para afrontarlos, i voluntad es capaz de convertir cualquier deseo en realidad, induciéndo­os a sobrepasar nuestras propias fantasías.
Es entonces cuando comienza a surgir la afición por los tresmiles. Subir  a una cumbre ya puede saber a poco; nos sentimos impulsados a alcanzar además otra próxima para obtener una perspectiva más amplia, 
y tambien bien la siguiente, que domina otra vertiente, e incluso la de más allá, a fin de asomarnos a un nuevo valle. Esta ambición puede justificar la pasión por los tresmiles.
Vamos a suponer que nos encontramos en el vértice de la pique longue. El ascenso por el glaciar y la panorámica de la cima son sublimes; sin em­bargo, no podemos resistir la tentación de recorrer el tramo de arista que nos separa del clot de la hount, obteniendo una visión complementaria, un enfoque diferente. Descendiendo luego al Col de Cerbillona, cuesta poco y resulta muy grato alcanzar, por una suave cresta de nieve, el pico de cerbi­llona para contemplar la insólita ruta por donde se conquistó el legendario
VIGNEMALE...
Después llega el resto de los cresteríos. Una sola cumbre, por relevante que sea, constituye un objetivo parcial. Más atrayente es un cordal donde destacan diversos tresmiles perfectamente diferenciados. Cabalgar sobre el sinuoso lomo de una cresta que forma un tobogán de cumbres, gatear por el filo de aristas y brechas entraña una experiencia fascinante.
Un modelo representativo del recorrido de crestas sería la travesía del Circo de Troumouse. La muñía es una cumbre soberbia, pero limitarse a alcanzar su cúspide sin contemplar la marcha integral del cresterío, es decir, sin contemplar desde  los Humillónos de sus tres cu­cos, ni sentir la llamada del abismo al trasponer la toda sus cresterìo.

Heid, es como pintar un cielo uniformemente azul, borrando el encanto de las nubes.
Entre recorrer un cordal y combinar varios cresteríos hasta abarcar la to­talidad de los tresmiles de un macizo, existe una diferencia cuantitativa en tiempo y en esfuerzo. Generalmente no es factible culminar esta tarea en el transcurso de una única jornada y en consecuencia la experiencia adquiere nuevos alicientes: atravesar un conjunto orográfico en varias etapas, sin descender al valle, pasando la noche junto a las estrellas, gozar del vivac.
El núcleo del perdiguero, entendiendo por tal el sector de la Cordillera comprendido entre los picos de clarabide y el boum, agrupa una treintena de tresmiles. Ese ramillete de cumbres se puede completar en dos días. Si las reservas físicas y las condiciones atmosféricas lo permiten, es una gran experiencia.
Conviene precisar que lo primordial no es el tiempo invertido, sino el mé­todo empleado. Independientemente de que la travesía sea completada en dos jornadas o en cuatro, es muy distinto hacer una cumbre sola y volver a la base, que encadenar una serie de tresmiles unidos por el mismo cordal. Ello entra­ña un notable cambio en la práctica y la concepción incluso del montañismo.
Acercarse al Pirineo con este planteamiento no significa necesariamente ncluar impulsados por el estímulo de coleccionar tresmiles, aunque sí es el procedimiento idóneo para ir acumulándolos en el período de tiempo más hrcvc posible.
Lu principal motivación suele ser de otra índole: romper con la rutina buscando nuevos horizontes, dar rienda suelta al espíritu de superación, po­ner a prueba los propios límites, ejercitar la iniciativa, actuar con decisión, probar el sabor agridulce de lo desconocido en un mundo donde queda ya tan poco margen para la aventura...
Emprendiendo la serie con media docena de tresmiles en el Macizo de Troumouse y la de una docena entera en el de vignemale, si posteriormente nos dirigimos a los grandes núcleos: monte perdido, posets, perdiguero, maladeta... pronto nos podemos encontrar, no sin cierto asombro, con un centenar de tresmiles conseguidos. Ese acelerado avance inicial es capaz de provocar una auténtica pasión por la conquista de los tresmiles.
Una vez concluidos los cordales principales, es cosa de pasar a los se­cundarios; aunque conforme disminuye la concentración de tresmiles, si­multáneamente merman las posibilidades de coronar varias cimas en una misma jornada. Este aspecto limitativo es la contrapartida de un significati­vo logro: la lista va ya por completar el segundo centenar.
Asimismo, cuando aumenta el número de tresmiles contabilizados, se intensifican también los obstáculos para alcanzar los restantes. Nos tenemos que dirigir a cumbres apartadas de las rutas habituales y superar cotas encla­vadas en abruptos contrafuertes y agrestes espolones.
No obstante, en el recorrido de cresteríos el incremento de dificultad no es necesariamente progresivo. El taillón figura entre los tresmiles más sencillos, pero como en este caso lo lógico es combinar su ascensión cuando menos con la de los gabietou, el itinerario resultante es más complejo. Otro tresmil considerado cómodo es el turón, pero prosiguiendo por la airosa cresta que culmina en el pico de néouvielle toparemos con pasos de difi­cultad media.
De todos modos, el número global de tresmiles que figuran en nuestra lista ha de ser valorado como una cifra de referencia, sin mitificarla ni llegar al extremo de convertirla en una obsesión. Cada cual debe establecer su propia meta sin pretender rebasar las posibilidades personales. Incluso, ¿por qué no?, se puede dejar deliberadamente alguna cota, simbolizando una obra todavía sin concluir, una razón para continuar. Aunque ¿podría significar para alguien el olvido del Pirineo el hecho de haber escalado to­dos sus tresmiles?
La subida o la obsesiòn va a intensificar el prestigio de los tresmiles, propiciando el incremento de actividades que marquen el rumbo de sus cumbres. Esa saludable pasión aparte de los límites individuales debe respetar siempre el medio ambiente de la montaña. Preservar nuestra propia inte­gridad y la del entorno natural, caminar seguros sin dejar huella de nuestro paso, son las reglas básicas de comportamiento en la montaña.

-Mucho mas que una disciplina para el cuerpo, el montañismo es un lujo para el espiritu y un recurso para el alma.
-La montaña al igual que la felicidad siempre estuvieron y estaran alli, a la espera.
-Nunca midas la altura de una montaña hasta que no hayas llegado a la cumbre,Entorces veràs que no era tan alta como pensabas.

 LOS PIRINEOS
Son a nuestros ojos las más bellas montañas.
Son excepcionales para el excursionista: Montañas ni demasiado
grandes -con un paisaje nunca aburrido- ni demasiado pequeñas, ya
que es necesario un día entero para ir de un valle a otro. Los picos, los lagos, los bosques están
todos al alcance del excursionista. Los Pirineos esconden ante todo una enorme diversidad.
Sería necesario recorrerlo durante años para conocer todas sus maravillas, todas sus bellezas
secretas.
Es un mosaico de paisajes y de culturas, los que convierten a los Pirineos, únicos en diversidad.
Los Pirineos están vivos... Son salvajes, bellos y majestuosos, sirven de refugio a millares de
especies de plantas y animales de las cuales muchas son endémicas y otras están acorraladas
por la polución y la civilización. Los Pirineos son un refugio para todas ellas.
Son la puerta al Norte, un sueño de sol y evasión, una cordillera símbolo de elevación y paso...
Símbolo también de fraternidad ya que en las fronteras siempre se han producido importantes
intercambios entre los hombres. Este amor por los Pirineos, esta pasión por descubrir son
sentimientos compartidos por todo el equipo. Un equipo en el que la experiencia acumulada,
el conocimiento en profundidad de los Pirineos es el resultado de un siglo de exploración. Un
equipo que os propone las rutas más bellas y representativas, pero también las más espectaculares
e impactantes. Un equipo que se ha convertido en un maestro en el arte de concebir, organizar,
guiar salidas de excepción en los Pirineos, que se mantiene infatigable en la busqueda de
nuevos jardines secretos y de nuevas excursiones para conseguir que améis estas Montañas
tanto como ellos.
Desde el Pirineo hasta el fin del Mundo, caminar es, a nuestro
entender, la mejor forma de viajar, de descubrir, de maravillarse.
Seguramente de encontrarse a uno mismo. Hemos escogido el
senderismo porque es un modo de viajar único, que permite
reencuentros también únicos.
Un caminante es ante todo un curioso, deseoso de descubrir a los
otros, al mundo, pero también sus límites y posibilidades. Es a ti, a
ese curioso al que nos dirigimos. Y cada paso nos acerca a ti.
Cada paso nos acerca a los demás...
Tanto si la excursión es sencilla, tranquila, dura o para probar tus
límites, es sobre todo un esfuerzo compartido con los otros.
Es este esfuerzo el que acerca a los excursionistas, por un efecto
de solidaridad y complicidad. Entre los excursionistas el tutearse es
del todo natural. En la simplicidad, la convivencia, los excursionistas
se convierten en compañeros, y a menudo amigos...
Cada paso nos acerca a la Naturaleza...
Caminar es escuchar nuestro cuerpo, pero es también escuchar la
naturaleza. El canto de un ruiseñor, el susurro del viento...
Andar, para nosotros es amar la naturaleza; y amarla pasa
forzosamente por respetarla y concederle todo su tiempo, y dejarla
revelarse a su antojo en un sendero, un collado o una cima.
Es entonces cuando la Naturaleza podrá sorprendernos y
maravillarnos.
Cada paso nos acerca a una Cultura...
Los senderos fueron creados para unir a los hombres, a los pueblos.
Caminar es también el mejor medio para descubrir todo lo que la
historia nos ha legado: castillos, pequeñas iglesias románicas, abadías
perdidas y otros "monumentos" extraordinarios como murales en
las rocas, fuentes, abrevaderos, molinos...






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